Desde la clínica siempre intentamos crear un ambiente amigable, tanto en la sala de espera como en el gabinete, ambientándolo con dibujos o canciones que ellos reconozcan, para que no les sea tan extraño.
Pero, la base de todo odontopediatra es la técnica: decir, mostrar, hacer, es decir, antes de ni siquiera de acercarme, les cuento de forma divertida lo que va a pasar en la visita.
Contar los dientes con un espejo, limpiarlos con un cepillo y al final, darle un premio por su buen comportamiento.
Con la explicación les enseñó con qué haremos cada cosa y al final es cuando procedemos a realizarlo.
En las primeras visitas siempre me aseguro de que sea una visita simple y sencilla, sin hacer nada invasivo, para que se lleven un buen recuerdo y tengan una buena experiencia. Sin embargo, cuando atendemos pacientes menores de 2 años siempre intento explicarles a los papás que tienen que adaptar sus expectativas durante la visita.
Lo que quiero decir con esto es que cuando son tan pequeños su manera de expresar su frustración ante una situación que no conocen es el lloro, ya que no pueden decirnos qué les pasa o que no les termina de gustar.
Aquí es donde la actitud de los padres es muy importante, siempre lo es, pero en los casos en los que el paciente no puede expresarse con sus propias palabras, la actitud, la pose y la expresión facial de los padres es crucial.
Un ambiente de tranquilidad y seguridad tanto por mi parte como por parte del acompañante hará que el niño se sienta más tranquilo y tenga menos inseguridad durante la visita.
Así pues, no solo me encargo de explicarle todo al niño, sino también a las familias para que puedan adoptar esta pose de acompañamiento positivo durante todo el transcurso de la vista que terminará siendo un éxito, sin tener en cuenta si el niño ha llorado o no, ya que el hecho de que se vaya contento, con los dientes limpios y con un premio, será el éxito de la visita.